
¿cuándo fue la última vez que sintió enojo? ¿Cómo lo manejó? ¿Se deshizo de ese fuerte sentimiento? ¿O todavía lo alberga en su corazón? Si alguna herida, amargura o resentimiento se han alojado en su vida, le desafío hoy a que reflexione de todo corazón en los siguientes pasos positivos como defensa contra esos devastadores sentimientos.
En primer lugar, dígale a Dios lo que está sintiendo.
Mientras siga negando que tiene esos sentimientos, simplemente estará reprimiéndolos; seguirán controlándole. Pero si usted le confiesa su ira y su frustración al Señor, dará un paso muy importante para apropiarse de la paz que Él desea que usted disfrute.
En segundo lugar, identifique la naturaleza y el origen de sus sentimientos.
¿De dónde proceden? ¿Qué sucedió en su vida que le hizo especialmente sensible a cierta clase de presiones, injusticias o agravios? Usted no podrá ser sanado si no conoce la causa verdadera de sus heridas.
En tercer lugar, tome la decisión de enfrentar sus sentimientos de inmediato.
Efesios 4.26 nos enseña: “No se ponga el sol sobre vuestro enojo”. Cuanto más tiempo retenga su enojo, más grande será el daño que le haga a su corazón y a sus relaciones. Llévelo al Padre celestial lo más pronto posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario