sábado, 9 de abril de 2011

El primero de abril partió a la presencia de Dios mi mamá.



El jueves 31 de Marzo salí para Chiclayo y llegué el viernes 01 de abril a las 9.00 de la mañana. Mientras yo demoraba en recoger mi equipaje mi mamá partía a la presencia de Dios a las 9.20 a.m.
En febrero de este año visite a mi mamá para predicarle de la Palabra de Dios, ella en medio de todo su dolor hizo su profesión de fe. No creí ni imaginé que mi mamá nos dejaría tan prontamente, en mi tristeza solo agradecía a Dios por haberme dado el privilegio de haberle hablado del amor de Dios y de saber que ahora está en mejor vida.
Hablar de mi mamá me llevaría toda una vida, hay tantos recuerdos en mi mente acerca de ella. Solo puedo decir que ella dio todo por sus 12 hijos y que cumplió con su deber de madre. También recuerdo un día que le compartía del Evangelio, ella todavía no abría su corazón al Señor, pero si me dijo: “Cuando yo muera quiero que puedas hablar en mi funeral.” Y así fue, porque predique en su velatorio y también en su entierro.
Sé que en el Señor y en el evangelio la partida de mi mamá no será un: “hasta siempre” sino un: “hasta pronto.”
¡Gracias Dios por haberme dado una madre tan especial!

martes, 5 de abril de 2011

El Corazón que Adora


Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro hacedor.
Salmo 95.6


En dos mil años no hemos superado nuestros defectos.. Aún luchamos por las palabras adecuadas en la oración. Aún manejamos torpemente las Escrituras. No sabemos cuándo arrodillarnos. No sabemos cuándo ponernos de pie. No sabemos cómo orar.
La adoración es una tarea que nos atemoriza.
Por esa razón, Dios nos dio Salmos, un libro de alabanza para el pueblo de Dios. Esta colección de himnos y peticiones está enlazadas por un hilo: un corazón que tiene hambre de Dios.
Algunos salmos son desafiantes. Otros son reverentes. Algunos son para cantar, otros para orar. Algunos son intensamente personales. Otros están escritos como si el mundo entero los fuera a repetir.
Esa variedad debería recordarnos que la adoración es personal. No existe una fórmula secreta. Lo que a ti te mueve puede paralizar a otro. Todos adoramos de formas diferentes, pero todos debemos adorar.

Lucado, Max.