Los cristianos solemos tener la idea equivocada de que el servicio a Dios tiene que ser una actividad “muy visible”. Según su manera de pensar, el pastor y el solista del coro sirven a Dios, pero el resto de nosotros hacemos apenas lo poco que podemos, y quizás en el futuro tengamos la oportunidad de hacer algo grande para el Señor.
La verdad es que gran parte de nuestra vida diaria se dedica a servir el propósito de Dios. De hecho, nuestro mayor impacto podría resultar de una pequeña acción de fidelidad. Los seguidores del Señor no deben subestimar el alcance de su servicio. Si limitamos nuestro servicio a “tareas eclesiásticas” especiales, perderemos cada día la oportunidad de marcar una diferencia.
Las Escrituras están llenas de cosas ordinarias, pero necesarias, que los creyentes pueden hacer:
CUIDAR DE LOS MENOS AFORTUNADOS (Éx 22.22);
ENSEÑAR A LOS NIÑOS (Pr 22.6);
USAR SABIAMENTE LA LIBERTAD CRISTIANA (1 Co 8.7-13);
AMONESTAR A LOS OCIOSOS, ALENTAR A LOS DE POCO ÁNIMO, SOSTENER A LOS DÉBILES (cf. 1 Ts 5.14), entre otras.
Los creyentes forman el cuerpo de Jesús en la tierra. Somos sus manos para ayudar, sus pies para ir donde haya una necesidad, y su boca para dar consuelo y compartir el evangelio. ¿Qué papel cumplirá usted hoy? Conságrese una vez más a servir al Señor en todo lo que haga.
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