miércoles, 6 de octubre de 2010

LAS CONSECUENCIAS DEL ENOJO



A nosotros mismos: Deforma el carácter. El enojo llega a lo más íntimo de nuestro ser con su veneno. En vez de experimentar la paz y el gozo de Cristo, nos llenamos de ansiedad y frustración. Un espíritu crítico y condenatorio lleva a menospreciar a los demás con palabras duras. La hostilidad nos vuelve polémicos, y hace que nos ofendamos con facilidad por cuestiones sin importancia. Las amenazas o los insultos imaginarios echan raíces y crean respuestas desproporcionadas a la situación.
Afecta al cuerpo. Dios no diseñó nuestros cuerpos para vivir con rabia permanente. Ésta hace estragos en nuestro organismo, e incluso puede ocasionar males fatales como ataques cardíacos y derrames cerebrales. Nos haría bien preguntarnos. ¿Vale la pena morir por mantener este resentimiento?

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