lunes, 5 de abril de 2010

Equipado para la batalla (3)


En cuarto lugar, piense en sus pies y ore, diciendo: "Señor, elijo ponerme el calzado de la paz. Dondequiera que vaya hoy, quiero ser un pacificador. Quiero que mis pisadas sean evidencia de la paz que tengo en el Espíritu Santo". El calzado de los soldados romanos tenía largas púas debajo de las suelas para ayudarles a plantar sus pies firmemente en el suelo. Del mismo modo, nosotros podemos, con el calzado de la paz, afianzar confiadamente nuestros pies sobre la base de Jesucristo.

En quinto lugar, imagine ese gigante escudo romano, del tamaño de una puerta, y diga: "Señor, tomo el escudo de la fe. Quiero darte las gracias porque, no importa cuántos dardos encendidos me lance el enemigo hoy, no importa cuántas pruebas o tentaciones pueden venir, puedo estar a salvo detrás de la enorme protección de la fe". Recuerde que la fe es una fuerza poderosa que marca la diferencia entre el fracaso y el éxito, entre la amarga derrota y la victoria.

Por último, rodee sus dedos con la Palabra de Dios, y diga: "Señor, elijo tomar la espada del Espíritu, tu santa Palabra. Padre, gracias por esta arma espiritual que penetra tan profundamente para hacer que haya convicción y arrepentimiento". La Biblia, nuestra única arma, es a la vez defensiva y ofensiva. Nos permite desviar los golpes del enemigo, y traspasa el corazón del hombre pecador. La victoria depende de tomar la Escritura y saber bien cómo usarla.
cubierto por la fe

Ahora bien, ¿cómo ponerse esta armadura? Por la fe. Aunque usted no pueda ver físicamente el aparejo para la batalla, puede tener la confianza de que Dios le cubrirá totalmente con su poder y con su presencia al lanzarse cada día a un mundo tenebroso.
El peligro que debemos evitar, es la creencia de que podemos elegir qué piezas de la armadura necesitamos para cada día. ¿Iría un soldado a la batalla equipado a medias? ¡Por supuesto que no! Él sabe que cada detalle es vital para su supervivencia. Del mismo modo, si nos falta alguna pieza cuando entramos en nuestro campo de batalla espiritual, Satanás atacará con toda seguridad esa área débil desprotegida. Es por eso que Pablo nos manda específicamente a que nos pongamos toda la armadura de Dios.
Lamentablemente, la armadura de Dios es una verdad espiritual que muchos creyentes no aprecian, o simplemente no toman con seriedad en absoluto. Quiero retarle, entonces, a vestirse deliberadamente para la batalla espiritual que enfrentará cada día. Dios nos ha proporcionado el equipo; lo único que tenemos que hacer es ponérnoslo.
Usted está yendo a una batalla hoy. ¿Está equipado para la misma?

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