viernes, 12 de noviembre de 2010

Sinceros con Dios


"El que encubre sus pecados no prosperará." Proverbios 28.13

Nuestro entrenador de béisbol (en la escuela secundaria) nos tenía prohibido estrictamente mascar tabaco. Había un par de jugadores que se sabía que mascaban a escondidas, y él quería hacerlos objeto de nuestra atención.
Y captaron nuestra atención, es cierto. No pasó mucho tiempo sin que todos lo probásemos. Una experiencia segura de hombría era dar una mascada cuando la bolsa se pasaba de mano a mano por el banquillo. Yo apenas había sido seleccionado para formar parte del equipo; y ciertamente que no pretendía fallar esta prueba de hombría.
Un día acababa de meterme en la boca una pulgarada de tabaco cuando uno de los jugadores advirtió: «¡Ahí viene el entrenador!». Como no quería que me descubrieran, hice lo que era natural: me lo tragué.
Y supe el significado a la porción bíblica: «Mi cuerpo decayó por mi gemir de todo el día…». Pagué el precio de esconder mi desobediencia.
Mi cuerpo no fue creado para ingerir tabaco. Tu alma no fue creada para encubrir el pecado.
¿Puedo hacerte una pregunta con franqueza? ¿Escondes algún secreto que no quieres que Dios sepa? Toma el consejo del jugador de tercera base con náuseas. Te sentirás mejor si lo vomitas.
Lucado, M., & Gibbs, T. A. (2000). Gracia para todo momento

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